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Investigadores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y Loro Parque Fundación han detectado altos niveles de contaminantes tóxicos en delfines de Canarias, lo que podría afectar negativamente al organismo de los mamíferos marinos al dañar su sistema endocrino, inmunológico y reproductivo.

El equipo de investigación ha estado liderado por el catedrático de Veterinaria de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), Antonio Fernández, y por Javier Almunia, Doctor en ciencias del mar y responsable de asuntos medioambientales de Loro Parque Fundación, que ha financiado el estudio.

La investigación llevada acabo por el Instituto Universitario de Salud Animal (IUSA) de la ULPGC, se prolongó desde 2010 a 2013 y contó con la colaboración de investigadores de varios centros y sociedades científicas canarias. Lo novedoso del proyecto, según indican sus responsables a EFE, cuyos primeros resultados se han divulgado en revistas científicas del máximo nivel, ha sido que por primera vez se han presentado evidencias de la bioacumulación de estos compuestos en delfines vivos en libertad.

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Ello implica que no han centrado sus análisis exclusivamente en necropsias, es decir, en tejido de animales que habían aparecido varados, enfermos o muertos. «La diferencia es notable», explica Javier Almunia, pues si los varamientos estuvieran relacionados con la propia contaminación, la presencia de estas sustancias tóxicas sería mucho más elevada en estos ejemplares que la que habitualmente se da en el resto de sus congéneres.

«Es obvio que recurrir a muestras de animales vivos en libertad es significativamente más complejo, pero el equipo entendió que así debía hacerse con el fin de contar con la información necesaria para conocer la presencia y el impacto de tales residuos en las poblaciones naturales», detalla.

El equipo de investigación «trabajó a fondo para obtener lo necesario» y consiguió la cesión de un total de 64 biopsias realizadas entre 2003 y 2011, todas ellas obtenidas «de forma responsable, a distancia, interfiriendo el mínimo posible en la vida de los cetáceos y aplicando una técnica mínimamente invasiva, que en ningún caso genera molestias a largo plazo».

Se trata de tomar un poco de grasa situada bajo la piel, en el lomo, cerca de la aleta dorsal y los resultados del estudio, en el que se implicó todo el grupo de Investigación del Instituto Universitario de Salud Animal de la ULPGC, no han sido motivo de alegría, precisa el catedrático Antonio Fernández.

En Canarias, con una docena de zonas especiales de conservación marina, no se alcanzan los niveles de contaminación del Mediterráneo y el Báltico pero, aún así, el estudio revela una importante concentración de sustancias químicas que persisten en el medio ambiente y se «bioacumulan» a través de la cadena alimentaria.

Los investigadores han encontrado niveles elevados de muchos contaminantes orgánicos considerados persistentes, como diferentes bifenilos clorados (sustancias ya prohibidas, pero que aún aparecen en aparatos electrónicos y químicos anteriores a esa ley) e hidrocarburos aromáticos policíclicos, presentes en el petróleo, el carbón, los depósitos de alquitrán y otros combustibles.

Algunos de estos elementos han sido identificados como propiciadores de cáncer, mutaciones y alteraciones embrionarias. Uno de los datos más preocupantes de cuantos presentan estos resultados es el progresivo crecimiento experimentado durante los años de observación, esto es, entre 2003 y 2010, en los índices de presencia de contaminantes orgánicos halogenados. La mayoría de ellos contienen cloro, una sustancia presente en la mayoría de los plaguicidas usados durante decenas de años en la agricultura.

«Sabemos, por estudios previos, que los contaminantes orgánicos persistentes afectan negativamente al organismo de los mamíferos marinos, afectando a su sistema endocrino, inmunológico y a su reproducción, por lo que no podemos perder de vista el nivel de exposición que padecen», puntualiza Antonio Fernández.

Los investigadores proyectan su «próximo paso en este camino», ya en marcha, pues el objetivo de Loro Parque Fundación y la ULPGC es extender esta misma experiencia a las comunidades de calderón tropical y de delfín listado. Por ello Loro Parque Fundación financiará este nuevo proyecto con el objetivo de continuar avanzando en la creación de la Red de Salud de Cetáceos de la Macaronesia.

Estos estudios, precisa Javier Almunia, continuarán ofreciendo a la comunidad científica y a las autoridades datos sobre uno de los mayores elementos de riesgo emergente para la continuidad de estos animales y que trascienden por su importancia al Archipiélago canario, pues el delfín mular constituye una especie de gran interés para el estudio de estos contaminantes.

Este cetáceo se distribuye geográficamente por casi todo el mundo y ha sido objeto de numerosos estudios sobre su biología y fisiopatología y además, añade el también director adjunto de Loro Parque Fundación, su presencia es habitual en las poblaciones costeras, con lo que presenta un interesante potencial como reflejo de la contaminación de los mares y océanos en las zonas próximas a las áreas más urbanizadas.

El trabajo realizado «es una aportación importante pero no suficiente», pues incluso la Unión Europea establece en su directiva marco sobre la estrategia marina de su territorio que es preciso llevar a cabo más estudios de monitorización dirigidos a la protección de las poblaciones residentes de mamíferos marinos amenazados por estos contaminantes sometidos a estudio, sino también por otras actividades humanas como la pérdida de hábitat, el tráfico marítimo, la observación de cetáceos y la contaminación acústica.

Sin embargo, no son ninguno de éstos, ni siquiera los químicos, el peor enemigo que amenaza hoy a estos animales: cada año mueren atrapados accidentalmente en aparejos y redes de pesca más de 300.000 ejemplares, una mortalidad que Loro Parque Fundacion también trata de reducir con otro de sus proyectos de medio marino.

Actualización: Entrevista a Javier Almunia en el programa de radio La Ventana.