Los últimos datos sobre el estado de la biodiversidad en el planeta son alarmantes. A principios de este año, investigadores universitarios publicaron un estudio en Biological Reviews que concluía que el 48% de los insectos y animales -incluidos mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces- están experimentando una disminución sostenida de su población. Mientras tanto, sólo el 3% de las especies está creciendo.
Los impactantes resultados confirman lo que los científicos llevan años barruntando, pero que esperaban que no fuera más que un parpadeo en el radar: El planeta se encuentra en medio de la sexta extinción masiva. ¿A qué nos enfrentamos exactamente? Se prevé que tres cuartas partes de las especies de la Tierra podrían desaparecer en los próximos 300 años.
Este trascendental acontecimiento requiere una respuesta igualmente hercúlea por parte de gobiernos, organizaciones y líderes defensores de los animales para hacer frente a la crisis. Ahora, más que nunca, el mundo necesita defensores de la conservación que puedan ayudar a frenar el declive de la fauna salvaje en todo el planeta y preservar su belleza natural para las generaciones venideras.
Mantener la existencia de un solo animal priorizando la coexistencia con la humanidad puede inclinar la balanza lejos de la catástrofe.
En la historia reciente, Estados Unidos se ha erigido en líder de la lucha por la conservación. La Ley de Especies en Peligro de Extinción -una legislación emblemática aprobada hace 50 años- ha cambiado innegablemente para mejor la trayectoria de las especies en Estados Unidos. Hasta la fecha, se calcula que la ley ha rescatado unas 300 especies del borde de la extinción. Y a principios de este verano se dieron a conocer en Washington nuevas normas destinadas a restaurar y reforzar la ley, reafirmando el compromiso de EE.UU. con la conservación para el futuro inmediato.
De cara al futuro, Estados Unidos y otros países desarrollados que dan prioridad a la biodiversidad deben aprovechar este éxito. Los líderes deben presionar a otras naciones del mundo para que adopten normas similares, lo que es de esperar que produzca resultados parecidos. Porque lo que ocurre en los bosques tropicales de Sudamérica o en las selvas de Asia tiene un efecto dominó que se extiende por todo el planeta.
Aunque es positivo recurrir a organismos internacionales como las Naciones Unidas para impulsar el programa de conservación, necesitamos una estrategia enérgica. Otra resolución de la ONU seguida de retórica vacía no servirá de mucho para remediar esta difícil situación.
Estados Unidos y sus aliados occidentales deberían adoptar un enfoque más agresivo para movilizar al mundo en la lucha contra la sexta extinción masiva. Los acuerdos comerciales y el dinero de la ayuda exterior deberían utilizarse como zanahoria para persuadir a otras naciones de que den prioridad a la conservación de animales, plantas e insectos.
Por ejemplo, Estados Unidos proporciona anualmente unos 5 billones de dólares en ayuda financiera a países de todo el mundo. Ese dinero no sólo debería estar vinculado a factores como las necesidades económicas, la estructura del gobierno y consideraciones de derechos humanos, sino también a las políticas de conservación de un país.
Además de una diplomacia fuerte, debería animarse a las organizaciones no gubernamentales, las empresas privadas y los defensores de la conservación a ampliar las iniciativas de rescate de animales, conservación del hábitat y concienciación pública. Ningún otro tipo de institución en el mundo desempeña un papel más crítico en esta lucha que los zoológicos, acuarios y parques de conservación animal gestionados de forma responsable.
En todo el mundo, los zoológicos y acuarios modernos gastan más de 350 millones de dólares anuales en proteger la vida salvaje. Además, estos parques ayudan a que la gente conozca especies que normalmente nunca encontraría. Son estas experiencias únicas las que ayudan a inspirar a la próxima generación de conservacionistas. La construcción de estos parques en zonas desatendidas de todo el mundo ayudará a ampliar la huella del movimiento conservacionista y garantizará que el trabajo continúe mucho después de que nos hayamos ido.
La sexta extinción masiva está sobre nosotros y la crisis exige una respuesta internacional contundente. Estados Unidos y otros países con mentalidad conservacionista deben intensificar la campaña de presión para que otras naciones se sumen a la lucha.
La doctora Robin Ganzert es CEO de American Humane, la primera organización nacional de bienestar animal del país, que concede anualmente el Premio Internacional Wolfgang Kiessling a la Conservación de Especies. Wolfgang Kiessling es un reputado conservacionista y fundador de Loro Parque.
Artículo original: https://www.realclearscience.com/articles/2023/09/08/marshaling_the_world_in_the_fight_against_extinction_978129.html