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Después del baby boom que ha vivido en 2019, Loro Parque recibe el nuevo año dando la bienvenida a numerosas crías de pingüino de diferentes especies. Es destacable el nacimiento de varios pichones de pingüino saltarrocas, una especie que se encuentra catalogada como “en peligro de extinción” según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y cuya población está descendiendo en el medio natural.

Su llegada al Parque es resultado de la gran labor del equipo del pingüinario –se trata de una especie a la que es muy complicado reproducir-, que ha dedicado a las crías mucho tiempo y esfuerzo, cuidando cada detalle durante su incubación y su crecimiento. Ahora, pueden verse en la Baby Penguin de la exhibición, hasta que puedan incorporarse al resto de la familia de pingüinos de la Antártida.

Tras esta época de cría, que tiene lugar cada año alrededor de estas fechas, Loro Parque también ha dado la bienvenida a nuevos pingüinos papúa y rey, algunos de los que se encuentran junto a sus padres en la exhibición, mientras otros permanecen en la cuarentena o, como los saltarrocas, en la Baby Penguin.

El nacimiento de nuevos ejemplares siempre es un excelente indicador de bienestar animal, porque garantiza que sus necesidades están cubiertas y, en consecuencia, logran reproducirse sin dificultad. Así, por ejemplo, la famosa y querida hembra de pingüino rey Geisha, acogida en esta auténtica embajada animal en agosto del año 2003, ya ha tenido hijos, nietos y bisnietos en el Parque.

Esto es posible, en gran medida, debido al compromiso del zoológico portuense con la excelencia y el cuidado de cada detalle, gracias a lo que sus instalaciones gozan siempre de la máxima calidad. Así, además de recrear el hábitat natural de estas especies generando 12 toneladas de nieve diarias, también se respetan los ciclos de luz normales de la Antártida, simulando, en tiempo real, los cambios de estación tal y como suceden en este remoto lugar del planeta.

Según Rafael Zamora, director científico de Loro Parque Fundación, los pingüinos serán una de las aves que más sufrirán los efectos del cambio climático porque su relación con el medio marino antártico es tan directa que las más leves modificaciones influirán en sus poblaciones. “Es preocupante saber que los pingüinos están modificando sus comportamientos para intentar adaptarse a los cambios”, asegura Zamora, “porque esto no significa que las distintas especies consigan superar el proceso sin extinguirse”.

Además, al contrario de lo que ocurre cada año en las instalaciones de Loro Parque, muchos ejemplares en la naturaleza no se están reproduciendo debido al estrés de los cambios de su entorno. Así, la reducción del espacio helado en el que habitan o la ausencia de pescado del que alimentarse impiden que exista garantía de sacar adelante a su descendencia.

El director científico de la Fundación ha incidido también en el valor de la labor científica ex situ que se lleva a cabo en el Parque. “Está generando datos muy valiosos para la conservación de las diferentes especies, unos datos que en la naturaleza son prácticamente imposibles de obtener debido a los hábitats extremos en los que viven los pingüinos”.

En este sentido, los pesos; los tiempos de incubación; los indicadores de comportamiento; los requerimientos dietéticos; el estudio de su longevidad o sus valores sanguíneos, entre otras condiciones, resultan clave en casos de rescates por catástrofes naturales o para el diseño de planes de conservación en la naturaleza.

En Loro Parque, los visitantes pueden conocer de cerca a estas especies y las amenazas a las que hacen frente en el medio natural y es en sus instalaciones donde ven realmente lo importante que es contribuir a su protección.